TACIRUPECA JARO, NOSMAHER MMIRG



Bai Tacirupeca Jaro por el quebos, ralatra, ralatra, docuan de tepenre, ¡ Ñoco, el bolo!- jodi tacirupeca.
- ¿Dedon vas, dedon vas tacirupeca? – jodi el bolo.
- Yvo a saca de mi talibuea quepor goten que levarlle la darienme.
Rope el bolo, que era muy loma jodi:
- Te redí un nomica más tocor rapa garlle más dopirra.
El bronca del bolo golle a la saca tesan que tacirupeca, y se tiome en la maca.
Cestonen golle tacirupeca y molla a la tapuer:
Pon, pon...
- Traen tacirupeca, la tapuer taes tabiera- jodi el bolo dotime en la maca.
- Talibuea, talibuea, que joso tan desgran nestie.
- Son rapa tever jormé – jodi el bolo.
- Talibuea, talibuea, que rizna tan desgran nestie.
- Son rapa telero jorme – jodi el bolo.
- Talibuea, talibue, que cabo tan desgran nestie.
- ¡¡Es rapa temerco jormé!! – togrí el bolo.
Rope tacirupeca, que rae muy telienva le dio nau datapa en los voshue, y el bronca del bolo liosa dotanpi.

Y rinloco, doraloco, tees tocuen se ha dobaca.
BRUTO, en César hemos matado la ambición.

  MARCO ANTONIO, pues Bruto es un hombre honrado, como honrados son todos los demás.



[...] ANTONIO. - Amigos, romanos, compatriotas, prestadme atención! ¡Vengo a inhumar a César, no a ensalzarle! ¡El mal que hacen los hombres les sobrevive! ¡El bien queda frecuentemente sepultado con sus huesos! ¡Sea así con César! El noble Bruto os ha dicho que César era ambicioso. Si lo fue, era la suya una falta, y gravemente lo ha pagado. Con la venía de Bruto y los demás -pues Bruto es un hombre honrado, como son todos ellos, hombres todos honrados- vengo a hablar en el funeral de César. Era mi amigo, para mí leal y sincero, pero Bruto dice que era ambicioso, y Bruto es un hombre honrado. Infinitos cautivos trajo a Roma, cuyos rescates llenaron el tesoro público. ¿Parecía esto ambición en César? Siempre que los pobres dejaran oír su voz lastimera, César lloraba. ¡La ambición debería ser de una sustancia más dura! No obstante, Bruto dice que era ambicioso, y Bruto es un hombre honrado. Todos visteis que en las Lupercales le presenté tres veces una corona real, y la rechazó tres veces. ¿Era esto ambición? No obstante, Bruto dice que era ambicioso, y, ciertamente, es un hombre honrado. ¡No hablo para desaprobar lo que Bruto habló! ¡Pero estoy aquí para decir lo que sé! Todos le amasteis alguna vez, y no sin causa. ¿Qué razón, entonces, os detiene ahora para no llevarle luto? ¡Oh raciocinio! ¡Has ido a buscar asilo en los irracionales, pues los hombres han perdido la razón! ¡Toleradme! ¡Mí corazón está ahí, en ese féretro, con César, y he de detenerme hasta que torne a mí...

CIUDADANO PRIMERO. - Pienso que tiene mucha razón en lo que dice.
CIUDADANO SEGUNDO. - Si lo consideras detenidamente, se ha cometido con César una gran injusticia.
CIUDADANO CUARTO. - ¿Habéis notado sus palabras? No quiso aceptar la corona.

Luego es cierto que no era ambicioso.
CIUDADANO PRIMERO. - ¡Si resulta, les pesará a algunos!
CIUDADANO SEGUNDO. - ¡Pobre alma! ¡Tiene enrojecidos los ojos por el fuego de las lágrimas!
CIUDADANO TERCERO. - ¡En Roma no existe un hombre más noble que Antonio!
CIUDADANO CUARTO. - Observémosle ahora. Va a hablar de nuevo.

ANTONIO. - ¡Ayer todavía, la palabra de César hubiera podido hacer frente al universo! ¡Ahora yace ahí, y nadie hay tan humilde que le reverencie! ¡Oh señores! Si estuviera dispuesto a excitar al motín y a la cólera a vuestras mentes y corazones, sería injusto con Bruto y con Casio, quienes, como todos sabéis, son hombres honrados. ¡No quiero ser injusto con ellos! ¡Prefiero serlo con el muerto, conmigo y con vosotros, antes que con esos hombres tan honrados! pero he aquí un pergamino con el sello de César. Lo hallé en su gabinete y es su testamento. ¡Oiga el pueblo su voluntad -aunque, con vuestro permiso, no me propongo leerlo- e irá a besar las heridas de César muerto y a empapar sus pañuelos en su sagrada, sangre! ¡Sí! ¡Reclamará un cabello suyo como reliquia, y al morir lo transmitirá por testamento como un rico legado a su posteridad!

CIUDADANO CUARTO. - ¡Queremos conocer el testamento! ¡Leedlo, Marco Antonio!
TODOS. - ¡El testamento! ¡El testamento! ¡Queremos oír el testamento de César!

ANTONIO. -¡Sed pacientes, amables amigos! ¡No debo leerlo! ¡No es conveniente que sepáis hasta qué extremo os amó César! Pues siendo hombres y no leños ni piedras, ¡sino hombres!, al oír el testamento de César os enfureceríais llenos de desesperación. Así, no es bueno haceros saber que os instituye sus herederos, pues si lo supierais, ¡oh!, ¿qué no habría de acontecer?
CIUDADANO CUABTO. - ¡Leed el testamento, queremos oírlo! ¡Es preciso que nos leáis el testamento! ¡El testamento!

ANTONIO. - ¿Tendréis paciencia? ¿Permaneceréis un. momento en calma? He ido demasiado lejos al deciros esto. Temo agraviar a los honrados hombres cuyos puñales traspasaron a César. ¡Lo temo!
CIUDADANO CUARTO. -"¡Son unos traidores! ¡Hombres honrados!
TODOS. - ¡Su última voluntad! ¡El testamento!

ANTONIO. - ¿Queréis obligarme entonces a leer el testamento? Pues bien: formad círculo en torno del cadáver de César y dejadme enseñaros al que hizo el testamento. ¿Descenderé? ¿Me dais vuestro permiso?
TODOS. - ¡Bajad!
CIUDADANO SEGUNDO.
- ¡Descended! (ANTONIO desciende de la tribuna.)
CIUDADANO TERCERO. - Estáis autorizado.
CIUDADANO CUARTO. - Formad círculo. Colocaos alrededor.
CIUDADANO PRIMERO. - ¡Apartaos del féretro, apartaos del cadáver!
CIUDADANO SEGUNDO. - ¡Lugar para Antonio, para el muy noble Antonio!

ANTONIO. - ¡No, no os agolpéis encima de mí! ¡Quedaos a distancia!
VARIOS CIUDADANOS. - ¡Atrás! ¡Sitio! ¡Echaos atrás!

ANTONIO. -¡Si tenéis lágrimas, disponeos ahora a verterlas! ¡Todos conocéis este manto! Recuerdo cuando César lo estrenó. Era una tarde de estío, en su tienda, el día que venció a los de Nervi. ¡Mirad: por aquí penetró el puñal de Casio! ¡Ved qué brecha abrió el implacable Casca! ¡Por esta otra le hirió su muy amado Bruto! ¡Y al retirar su maldecido acero, observad cómo la sangre de César parece haberse lanzado en pos de él, como para asegurarse de si era o no Bruto el que tan inhumanamente abría la puerta! ¡Porque Bruto, como sabéis, era el ángel de César! ¡Juzgad, oh dioses, con qué ternura le amaba César! ¡Ése fue el golpe más cruel de todos, pues cuando el noble César vio que él también le hería, la ingratitud, más potente que los brazos de los traidores, le anonadó completamente! ¡Entonces estalló su poderoso corazón, y, cubriéndose el rostro con el manto, el gran César cayó a los pies de la estatua de Pompeyo, que se inundó de sangre! ¡Oh, qué caída, compatriotas! ¡En aquel momento, yo, y vosotros y todos; caímos, y la traición sangrienta triunfó sobre nosotros! ¡Oh, ahora lloráis y percibo sentir en vosotros la impresión de la piedad! ¡Esas lágrimas son generosas! ¡Almas compasivas! ¿Por qué lloráis, cuando aún no habéis visto más que la desgarrada vestidura de César? ¡Mirad aquí! ¡Aquí está él mismo, acribillado, como veis, por los traidores!
CIUDADANO PRIMERO. - ¡Oh lamentable espectáculo!
CIUDADANO SEGUNDO. - ¡Oh noble César!
CIUDADANO TERCERO. - ¡Oh desgraciado día!
CIUDADANO CUARTO. - ¡Oh traidores, villanos!
CIUDADANO PRIMERO. - ¡Oh cuadro sangriento!
CIUDADANO SEGUNDO. - ¡Seremos vengados!

TODOS. - ¡Venganza!... ¡Pronto!... ¡Buscad!... ¡Quemad!... ¡Incendiad!... ¡Matad!...¡Degollad!... ¡Que no quede vivo un traidor!...

ANTONIO. - ¡Deteneos, compatriotas!...
CIUDADANO PRIMERO. - ¡Silencio! ¡Oíd al noble Antonio!
CIUDADANO SEGUNDO. - ¡Le escucharemos! ¡Le seguiremos! ¡Moriremos con él! [...]



Cuando esta película se estrenó, este fue el traíler:

Si se estrenara ahora y pretendiera atraer al público joven, más vale que fuera algo así:


 (Visto en microsiervos)

AMANECE QUE NO ES POCO: PLAGIAR A FAULKNER

Toíto te lo permito menos que me plagies a Faulkner:
Amanece Que No Es Poco

AMANECE QUE NO ES POCO: VOTAR O NO VOTAR

Un clásico, pero siempre ofrece algo nuevo.
Si mañana hay elecciones, esta tarde, a las siete, rogativas:

 
 Por los Querubines...
 Dadnos, Santos del Cielo, Claridad de Juicio.
 Por los Serafines...
Dadnos, Santos del Cielo, Rigor Científico.
 Por los Tronos...
Dadnos, Santos del Cielo, un Cuerpo de Doctrina.
 Por las Dominaciones...
Dadnos, Santos del Cielo, Mucho Discernimiento.
 Por las Virtudes...
 Dadnos, Santos del Cielo, la Capacidad de Relativizar.
 Por las Potencias...
Dadnos, Santos del Cielo, una Visión Global Bastante Aproximada.

Las mujeres se organizan:



 Los resultados, como siempre, los de siempre:

 


RAMÓN Y CAJAL: HISTORIA DE UNA VOLUNTAD

Pocas veces oímos a un alumno decir que le apasiona algo, así que:


MODO CLASE?

THE BEST OF BRAINDEAD

Largo y proceloso ha sido el camino que ha recorrido Peter Jackson desde Braindead hasta El Hobbit.
I Kiss Ass for de Lord!!! Las mismas buenas ideas, pero mucho menos presupuesto.




¡Andáis arriba, en la luz,
por blando suelo, genios felices!
Espléndidas brisas divinas
os rozan apenas,
como los dedos de la artista
las cuerdas sagradas.
Carentes de destino, como el niño
dormido, respiran los celestes;
con pudor preservado
en humilde capullo,
florece eternamente
el espíritu en ellos,
y sus ojos felices
contemplan la tranquila
y eterna claridad.
Pero a nosotros no nos es dado
descansar en ninguna parte;
desaparecen, sufren
los hombres, caen
ciegamente de una
hora en otra,
como agua, de roca
en roca arrojada
durante años a la incertidumbre.
Con toda la cabeza de Medusa
tiranamente trata mi firmeza;
muéstrame su rigor, y su belleza,
por quien de mil tramas armas usa.

Miro de transformados la confusa
pesadumbre que infaman su dureza;
quiero escusar mi mal, y la pereza
del encanto crüel mi intento escusa.

Quedo de mármol simulacro eterno
a su templo terrible consagrado,
como los que atrevidamente vieron;

y hecho despojo del tirano tierno,
no escusando poder tiranizado,
me ofende como a aquellos que ofendieron.

LAS GARZAS, RICARDO MIRÓ

En el cielo, velado de improviso,
la banda fugitiva se diseña
(Tal mi vida: crepúsculo indeciso,
donde entre un fondo de dolor, diviso
alejarse una tímida cigüeña...)
Míralas... Su fatal melancolía
se disuelve en el raso de los cielos,
y al verlas agitarse se diría
que son como fantásticos pañuelos
con que al morir nos dice adiós el día.
Las garzas me enamoran... Son lo que huye,
lo intocado, que vuela y se evapora;
y como tras su marcha soñadora
un cansancio infinito se diluye,
el vuelo de las garzas me enamora...
En los lagos dormidos entre brumas,
cuando abre sus párpados la Aurora,
bajo la nieve casta de sus plumas
son el alma de luz de las espumas
y su blancor entonces me enamora...
Por no sé qué lejano simbolismo
sobre el escombro que el verdín colora,
la garza, pensativa, rememora
el alma misteriosa del mutismo
y entonces su silencio me enamora...
Cuando al morir la tarde se derraman
mientras el Sol el infinito dora,
recuerda la bandada voladora
los sueños de las vírgenes que aman
y su inquietud entonces me enamora...
Las garzas me enloquecen... Su blancura,
su mudez, el dolor que las aqueja,
me empujan a quererlas con ternura...
Yo tengo la infinita desventura
de amar lo que se va, lo que se aleja...
Pero yo amo las garzas porque existe
un amable recuerdo en mi memoria...
Es el tuyo: tú fuiste blanca y triste,
y volando, en silencio, te perdiste,
en el cielo sin nubes de mi historia.
Paseábase el rey moro
 por la ciudad de Granada,
 desde la puerta de Elvira
 hasta la de Vivarrambla.
 —¡Ay de mi Alhama!
 Cartas le fueron venidas
 que Alhama era ganada;
 las cartas echó en el fuego
 y al mensajero matara.
—¡Ay de mi Alhama!
 Descabalga de una mula
 y en un caballo cabalga,
 por el Zacatín arriba
 subido se había al Alhambra
. —¡Ay de mi Alhama!
 Como en el Alhambra estuvo,
 al mismo punto mandaba
 que se toquen sus trompetas,
 sus añafiles de plata.
 —¡Ay de mi Alhama!
 Y que las cajas de guerra
 apriesa toquen al arma,
 porque lo oigan sus moros,
 los de la Vega y Granada.
 —¡Ay de mi Albama!
 Los moros, que el son oyeron
 que al sangriento Marte llama,
 uno a uno y dos a dos
 juntado se ha gran batalla.
 —¡Ay de mi Alhama!
 Allí habló un moro viejo,
 de esta manera hablara:
 -¿Para qué nos llamas, rey,
 para qué es esta llamada?
 —¡Ay de mi Alhama!
 —Habéis de saber, amigos,
 una nueva desdichada,
 que cristianos de braveza
 ya nos han ganado Alhama.
 —¡Ay de mi Alhama!
 Allí habló un a1faquí
 de barba crecida y cana:
 —Bien se te emplea, buen rey,
 buen rey, bien se te empleara.
 —¡Ay de mi Alhama!
 Mataste los Bencerrajes,
 que eran la flor de Granada;
 cogiste los tornadizos
 de Córdoba la nombrada.
 —¡Ay de mi Alhama!
 Por eso mereces, rey,
 una pena muy doblada:
 que te pierdas tú y el reino
 y aquí se pierda Granada.
 —¡Ay de mi Alhama!
 (Anónimo)

LA ALFORJA, SAMANIEGO

En una alforja al hombro
 llevo los vicios:
 los ajenos delante,
 detrás, los míos.

 Esto hacen todos;
 así ven los ajenos,
mas no los propios.

                Félix María Samaniego