PERÍFRASIS VERBALES (LISTA)

Procedente de wikilengua

No hay acuerdo sobre qué combinaciones de verbo + verbo, de verbo + preposición + verbo y similares se han de considerar perífrasis verbales. La lista incluye muchos casos dudosos, así como otros que podrían ser más propiamente locuciones verbales.
Una de las características de las perífrasis en que, en muchos casos, los pronombres pueden ir con cualquiera de los dos verbos. Normalmente van antepuestos a la perífrasis en la lengua oral y pospuestos en la escrita[falta referencia]. En la lista se dan los casos en que puede ser así (incompleto)
ACABAR gerundio
Ese asunto acabó siendo una engañifa.
se lo acaba haciendo acaba haciéndoselo
ACABAR DE infinitivo y variantes
La función acaba de empezar.
se lo acaba de hacer acaba de hacérselo
NO ACABAR DE infinitivo
El alumno no acaba de entender el problema.
no lo acaba de entender no acaba de entenderlo
ACABAR POR infinitivo
Sus repetidas broncas acabaron por hacerle llorar.
ACABAR participio
Con tan repetidos trabajos acabó hecho fosfatina.
ACERTAR A infinitivo
Nadie acertó a darle la información necesaria.
nadie acertó a dársela
NO ACERTAR A infinitivo
Estaba tan emocionada que no acertaba a pronunciar palabra.
Se entregó tan ansiosamente a la lectura de la historia, que apenas acertaba a dejarla de las manos.
ACOSTUMBRAR A infinitivo
Pedro acostumbra a hacer todas las cosas a su manera.
(Ver también acostumbrar)
AGARRAR Y HACER
ALCANZAR A infinitivo
ANDAR gerundio
Ese imbécil anda diciendo por ahí que soy un mentiroso.
anda diciéndolo lo anda diciendo
ANDAR participio
Desde que murió su mujer anda hecho un Adán.
BASTAR CON infinitivo
Para aprobar basta con esforzarse.
CANSARSE DE infinitivo
Me canso de hacer siempre lo mismo.
NO CESAR DE infinitivo
Ese fulano no cesa de hacerme la puñeta.
COGER A infinitivo
COGER Y HACER
COMENZAR A infinitivo
Juan comenzó a ponerse nervioso.
COMENZAR gerundio
COMENZAR POR infinitivo
CONSEGUIR o LOGRAR infinitivo
No se trata realmente de una perífrasis y no forma una pasiva refleja de igual modo:
Se consiguió repartir las mercancías
Se consiguieron repartir las mercancías
A esta categoría también pertenecen tratar, decidir, desear, esperar, intentar.
CONTINUAR gerundio
Continuó hablando hasta que le cerraron el micrófono.
DAR EN infinitivo
DARLE A UNO POR infinitivo
A Juan le dio por coleccionar llaveros.
DAR EN LA MANÍA DE infinitivo
DAR participio
DAR POR participio o adjetivo
DARSE POR
DEBER infinitivo
Todos debemos acudir a tiempo al trabajo.
se lo debe hacer debe hacérselo
DEBER DE infinitivo
Deben de ser las seis.
NO DEJAR DE infinitivo
Que Marlowe escribió las obras de Shakespeare no deja de ser pura especulación.
DEJAR DE infinitivo
De pronto dejó de decir tonterías y habló en serio.
DEJAR participio
Juan de Valdés dejó escrita una importante obra inédita.
DEJARSE DE infinitivo
DISPONERSE A infinitivo
Se dispuso a salir de la lanzadera espacial.
DISTAR MUCHO DE infinitivo
Hable o no hable en periodo electoral un político siempre dista mucho de decir la verdad.
DAR EN infinitivo
DARLE A UNO POR infinitivo
DAR EN LA MANÍA DE infinitivo
DAR participio
DAR POR participio o adjetivo
Nunca dio nada por hecho.
DARSE POR
NO DEJAR DE infinitivo
DEJAR DE infinitivo
DEJAR participio
DEJARSE DE infinitivo
DISPONERSE A infinitivo
ECHARSE A infinitivo
ECHARSE DE VER
ECHARSE gerundio
EMPEÑARSE EN infinitivo
EMPEZAR A infinitivo
EMPEZAR POR infinitivo
ENTRAR A infinitivo
ESTAR gerundio
ESTAR participio
ESTAR AL infinitivo
ESTAR A infinitivo
ESTAR A PUNTO DE infinitivo
ESTAR CANSADO DE infinitivo
NO ESTAR DE MÁS infinitivo
ESTAR EN VÍAS DE infinitivo
ESTAR HARTO DE infinitivo
ESTAR HASTA LA SACIEDAD DE infinitivo
ESTAR HASTIADO DE infinitivo
ESTAR PARA infinitivo
ESTAR POR infinitivo
ESTAR QUE verbo conjugado
ESTAR SIN infinitivo
ESTUVO A PIQUE DE infinitivo
ESTUVO EN UN TRIS DE infinitivo
FALTAR POR infinitivo
GUSTAR DE infinitivo
HABER DE infinitivo
se lo ha de hacer ha de hacérselo
HABER QUE infinitivo
NO HAY MÁS QUE infinitivo
HAY QUE VER LO QUE
NO HACER MÁS QUE infinitivo
HACE MUCHO QUE indicativo
NO HACE MUCHO QUE indicativo
HACE POCO QUE indicativo*
HARTARSE A infinitivo
HARTARSE DE infinitivo
HASTIARSE DE infinitivo
HINCHARSE DE infinitivo
INFLARSE A
IR A infinitivo y variantes
IR gerundio
IR participio
IR Y HACER,
LANZARSE A infinitivo
LARGARSE A infinitivo
LIARSE A infinitivo
LLEGAR A infinitivo
LLEGAR Y HACER
LLEVAR gerundio
LLEVAR SIN infinitivo
LLEVAR participio
METERSE A infinitivo
PARAR DE infinitivo
PASAR A infinitivo
NO PASAR DE SER
PONERSE A infinitivo
QUEDARSE participio
QUEDAR EN infinitivo
QUEDARSE gerundio
QUEDAR POR infinitivo
QUEDARSE SIN infinitivo
RESOLVERSE A infinitivo
ROMPER A infinitivo
SALIR gerundio
SALIR participio
SEGUIR gerundio
se lo sigue haciendo sigue haciéndoselo
SEGUIR participio
SEGUIR SIN infinitivo
SOLER infinitivo
TARDAR EN infinitivo
TENER POR infinitivo
TENER QUE infinitivo
se lo tiene que hacer tiene que hacérselo
TENER participio
TENER SIN infinitivo
TERMINAR gerundio
se lo termina diciendo termina diciéndoselo
TERMINAR DE infinitivo
se lo termina de hacer termina de hacérselo
NO TERMINAR DE infinitivo
TERMINAR POR infinitivo
TOMAR Y HACER
TORNAR A infinitivo
TRAER participio
VENIR A infinitivo
VENIR DE infinitivo
VENIR EN infinitivo
VENIR gerundio
VENIR participio
VENIR Y HACER
VER DE infinitivo
VERSE participio
VOLVER DE infinitivo
VOLVER gerundio
VOLVER A infinitivo
VOLVÉRSELE TODO infinitivo
Puedes oír la lectura dramatizada de esta obra aquí:








Y aquí, una reflexión sobre la guerra perteneciente al final del libro:

"OTRA BELLEZA, APOSTILLA SOBRE LA GUERRA"





No son éstos unos años cualesquiera para leer la Ilíada. O para "reescribirla", como he tenido ocasión de hacer. Son años de guerra. Y por mucho que "guerra" siga pareciendo un término erróneo para definir lo que está sucediendo en el mundo (un término socorrido, diría yo), lo cierto es que son años en que algo así como una orgullosa barbarie, relacionada con la experiencia de la guerra duratne milenios, ha vuelto a convertirse en una experiencia cotidiana. Batallas, asesinatos, crímenes, torturas, decapitaciones, traiciones. Heroísmos, armas, planes estratégicos, voluntarios, proclamas. Desde alguna profunda sima que creíamos haber sellado, ha vuelto a aflorar todo el atroz y luminoso instrumental que desde tiempos inmemoriales ha sido el bagaje de una humanidad combatiente.[...] Tengo que decir que la Ilíada es una historia de guerra, lo es sin prudencia ni medias tintas: y que fue compuesta para cantar a una humanidad combatiente, y para hacerlo de un modo tan memorable que durara eternamente, y para llegar hasta el último hijo de los hijos, cantando sin término la solemne belleza y la irremediable emoción que antaño fuera la guerra y que siempre será. [...]
¿Cómo es posible que, con tantas historias como hay, uno se sienta atraído precisamente por ésa, casi como si fuera una luz que sugiere una huida de las tinieblas de estos días? [...] Lo que puedo hacer es, centrándome en la Ilíada, apuntar dos cosas que he acabado pensando, tras un año de trabajo en contacto directo con ese texto: son resumen de todo lo que, en aquella historia, se me ha aparecido con la fuerza y la nitidez que solo poseen las verdaderas enseñanzas.
 Una de las cosas más sorprendentes de la Ilíada es la fuerza, yo diría la compasión, con que nos son referidas las razones de los vencidos. Es una historia escrita por los vencedores y, a pesar de todo, en nuestra memoria permanecen también, cuando no sobre todo, las figuras humanas de los troyanos. Príamo, Héctor, Andrómaca, incluso hasta pequeños personajes como Pándaro o Sarpedón. Esta capacidad, sobrenatural, de ser voz de la humanidad entera y no solo de sí mismos, la hallé trabajando sobre el texto y descubriendo cómo los griegos, en la Ilíada, nos habían legado, entre las líneas de un monumento a la guerra, la memoria de un obstinado amor a la paz. A simple vista uno no se da cuenta, cegado por los resplandores de las armas y de los héroes. Pero en la penumbra de la reflexión surge una Ilíada que uno no se esperaba. Me explico: el lado femenino de la Ilíada. Son muy a menudo las mujeres las que proclaman, sin mediaciones, el deseo de paz. Relegadas a los márgenes del combate, encarnan la hipótesis obstinada y casi clandestina de una civilización alternativa, libre del deber de la guerra. Están convencidas de que se podría vivir de manera distinta, y lo dicen. De la manera más clara lo dicen en el libro VI, pequeña obra maestra de geometría sentimental. En un tiempo suspendido, vacío, robado a la batalla, Héctor entra en la ciudad y se encuentra con tres mujeres: y es como un viaje a la otra cara del mundo. Bien mirado, las tres pronuncian una misma súplica, paz, pero cada una de ellas con una tonalidad sentimental propia. La madre lo invita a rezar. Helena lo invita a su lado, para reposar (y tal vez para algo más).

Andrómaca, por último, le pide que sea padre y marido antes que padre y combatiente. Sobre todo en este último diálogo la síntesis es de una claridad casi ilustrativa: dos mundos posibles están el uno frente al otro, y cada uno tiene sus razones. Más correosas, ciegas, las de Héctor; modernas, mucho más humanas, las de Andrómaca. ¿No es admirable que una civilización machista y guerrera como la de los griegos escogiera legarnos, para siempre, la voz de las mujeres y su deseo de paz?.
El lado femenino de la Ilíada se aprehende de sus voces: pero una vez aprehendido, luego se encuentra de nuevo, por todas partes. Difuminado, imperceptible, pero increíblemente tenaz. Yo lo encuentro fortísimo en los innumerables momentos de la Ilíada en los que los héroes en lugar de luchar, hablan. Son asambleas que nunca se terminan, debates infinitos, y uno deja de odiarlos sólo cuando empieza a comprender en el fondo de qué se trata: son su manera de posponer lo más posible la batalla. Son Sherezade, salvándose mediante el relato. La palabra es el arma con que congelan la guerra. Incluso cuando están discutiendo cómo hay que hacer la guerra, mientras tanto no la están haciendo; y ésta es, también, una manera de salvarse. Todos ellos son condenados a muerte, y están haciendo que su último cigarrillo dure una eternidad. Y se lo fuman con las palabras. Luego,  cuando de verdad entran en combate, se transforman en héroes ciegos, olvidados de cualquier escapatoria, fanáticamente entregados a su deber.Pero antes..., antes ha sido un tiempo largo, femenido, de lentitudes sabias, y miradas hacia atrás, de niñez.
Del modo más elevado y deslumbrante, esta especie de reticencia del héroe se condensa, como deber ser, en Aquiles. Él es quien, como una mujer, asiste desde lejos a la guerra, tocando una cítara y permaneciendo junto a los que ama. Precisamente él, la encarnación más feroz y fanática de la guerra, literalmente sobrehumana. La geometría de la Ilíada es, en este sentido, de una precisión vertiginosa. Donde más fuerte es el triunfo de la cultura guerrera, más tenaz y prolongada es la inclinación, femenina, a la paz. Al final es en Aquiles donde lo inconfesable de todos los héroes emerge hasta la superficie, con la claridad sin mediaciones de un hablar explícito y definitivo. Lo que dice delante de la embajada enviada por Agamenón, en el libro IX, es tal vez el más violento e indiscutible grito de paz que nuestros padres nos han legado:
Para mí nada hay que equivalga a la vida, ni cuanto dicen que poseía antes Ilio, la bien habitada ciudadela, en tiempos de paz, antes de llegar los hijos de los aqueos, ni cuánto encierra en su interior el pétreo umbral del arquero Febo Apolo en la rocosa Pito. Se pueden ganar con pillaje bueyes y cebado ganado, se pueden adquirir trípodes y bayas cabezas de caballos; más la vida humana ni está sujeta a pillaje para que vuelva ni se puede recuperar cuando traspasa el cerco de los dientes.
Son palabras de Andrómaca, pero en la Ilíada las pronuncia Aquiles, que es el sumo sacerdote de la religión de la guerra: y es por eso por lo que resuenan con una autoridad sin par. En esa voz -que, sepultada bajo un monumento a la guerra, dice adiós a la guerra, prefiriendo la vida- la Ilíada deja entrever una civilización de la que los griegos no fueron capaces y que, a pesar de todo, habían intuido, y conocían, y hasta custodiaban en un rincón secreto y protegido de su sentir. Llevar a cabo esa intuición es tal vez lo que la Ilíada nos propone como herencia, como tarea, como deber.

Un fragmento del libro:


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ACTO SEGUNDO, ESCENA V


Numeriano Galán; luego, Florita.

NUMERIANO. (Cae desfallecido sobre un banco.)
- ¡Ay, Dios mío! Bueno; yo hace quince días que no duermo, ni como, ni vivo... ¡Y yo que nunca he debido un céntimo, me he hecho hasta tramposo!... Porque entre los dos perros y el marco, que lo estoy pagando a plazos, se me va la mitad del sueldo. ¡Qué cuadrito!... Don Gonzalo le llama “la mancha”, pero quia. Es muchísimo más grande. La Mancha y la Alcarria, todo junto. ¡No le he puesto más que un listón alrededor y me ha subido a veinticinco duros!... ¡Ay!, yo estoy enfer­mo, no me cabe duda. Tengo dolor de cabeza, inquietud, espasmos nerviosos; porque además de todo esto, esa mujer me tiene loco. Es de una exaltación, de una vehemencia y de una fealdad que consternan. Y luego tiene unas indirec­tas... Ayer me preguntó si yo había leído una novela que se titula “El primer beso”, y yo no la he leído; pero aunque me la supiera de memoria... ¡Esas bromitas, no! Y para colmo, habla con un léxico tan empalagoso, que para estar a su altura me veo negro. Aquí me he venido huyendo de ella... Aquí, siquiera por unos momentos, estoy libre de esa visión horrenda, de esa visión...

FLORITA. (Apartando el ramaje del fondo de la fuente, asoma su cara risueña y dice melodiosamente.)
- ¡Nume!

NUMERIANO.(Levantándose de un salto tremendo. Aparte.)
- ¡Cuerno!... ¡La visión!

FLORITA.
- Adorado Nume.

NUMERIANO. (Con desaliento.)
- ¡ Florita!

FLORITA.(Saliendo, lo mira.)
- ¡Pero cuán pálido! ¡Estás in­coloro! ¿Te has asustado?

NUMERIANO. (Desfallecido.)
- Si me sangran, no me sacan un coágulo.

FLORITA.
- Pues yo, errabunda, hace un rato que de un lado a otro del parterre vago en tu busca, ¿Y tú, amor mío?

NUMERIANO.
- ¡Yo vago también; pero más vago que tú, me había sentado un instante a delectarme en la contemplación de la noche serena y estrellada!...

FLORITA.
- ¡Oh Nume!... Pues yo te buscaba.

NUMERIANO.
- Pues si yo sé que me buscas, te juro que corro, que corro a tu encuentro.

FLORITA.
- Y dime, Nume: ¿qué hacías en este paradisíaco rincón?

NUMERIANO.
- Rememorarte. (Aparte.) Con más elegancia, ni D'Anunzzio.

FLORITA.
- ¡Ah Nume mío, gracias, gracias! ¡Ah, no puedes suponerte cuánto me alegro encontrarte en este lugar recón­dito!

NUMERIANO.
- Bueno; pero, sin embargo, yo creo que debíamos irnos, porque si alguien nos sorprendiera arrinconados y extá­ticos, podía macular tu reputación incólume, y eso molesta­ríame.

FLORITA.
- ¿Y qué importa, Nume?... ¡La felicidad es un pá­jaro azul que se posa en un minuto de nuestra vida y des­pués levanta el vuelo, y Dios sabe en qué otro minuto se volverá a posar!

NUMERIANO.
- Sí ; pero figúrate que ahora viene el pájaro y se posa; pero luego pasa uno y nos lo espanta y encima lo divulga, y ¿qué pasa? Pues que te pesa. Hay que estar en todo. (Intenta irse.)

FLORITA. (Deteniéndole.)
- Nume, no seas tímido. La dicha es efímera. Siéntate, Nume.

NUMERIANO.
- No me siento, Florita. (Aparte.) ¡A solas la tengo pánico!

FLORITA.
- Anda, siéntate, porque quiero en este rincón de en­sueño pedirte una revelación... (Le obliga a sentarse.)

NUMERIANO.
- ¡Una revelación!... Bueno; si eres rápida y sin­tética, atenderéte ; pero si no, alejaréme. Habla.

FLORITA.
- Vamos a ver, Nume, con franqueza: ¿por qué te he gustado yo?

NUMERIANO.
- Por nada.

FLORITA.
- ¿Cómo?

NUMERIANO.
- Quiero decir que no me has gustado por nada y... me has gustado por todo. Te he encontrado...

FLORITA.
-¿Qué?... ¿Qué?...

NUMERIANO.-Te he encontrado un no sé qué..., un qué sé yo..., un algo así, indefinible; un algo raro. ¡Raro, esa es la pa­labra!

FLORITA.
- Bueno; ¿qué te han gustado más, los ojos, la boca, el pie?

NUMERIANO.
- Ah, eso, no, no...; detallar, no he detallado. Me gustas en globo, vamos...

FLORITA.
- ¡En globo! ¡Qué concepto tan elevado!

NUMERIANO.
- Sí; elevadísimo; lo más elevado posible..., como corresponde a mi admiración.

FLORITA.
- ¡Ah Nume mío, gracias, gracias!

NUMERIANO.
- No hay de qué.

FLORITA.
-Y dime, Nume, una simple pregunta: ¿tú has visto por acaso en el “cine” una película que se titula “Luchando en la oscuridad”?

NUMERIANO.
- ¿En la oscuridad?... No; yo en la oscuridad no he visto nada.

FLORITA.
- ¡Lo decía, porque en una de sus partes hay una escena tan parecida a ésta!

NUMERIANO. (Aterrado.)
- ¿Sí? (Intenta levantarse. Ella le de­tiene.)

FLORITA.
- Es un jardín. Un rincón poético, una fontana rumo­rosa, la luna discreta, dos amantes apasionados...

NUMERIANO. (Con miedo creciente.)
- ¡Qué casualidad!

FLORITA.
- De pronto los amantes, yo no sé por qué, se miran, se prenden de las manos, se atraen.

NUMERIANO. (Aparte.)
- ¡Cielos!

FLORITA.
- Y un beso une sus labios; un beso largo, prolon­gado; uno de esos besos de “cine”, durante los cuales todo se atenúa, se desvanece, se esfuma, se borra, y... aparece un letrero que dice “Milano Films”. Pues bien, Nume: ese final...

NUMERIANO.
- ¡No, no...; jamás..., Florita! Cálmate o pido socorro... No quiero dejarme llevar de la embriaguez. ¡Yo no llego al Milano ni aunque me emplumen!...

FLORITA.
- ¡Pero, Nume mío!...

NUMERIANO.
- No, Flora; hay que hacerse fuertes... Vámonos, vida mía. Vámonos o llamo. (Se escucha planísimo el vals de “Eva”.)

FLORITA. (Exaltada.)
- Espera..., atiende... ¡Oh, esto es un pa­raíso! ... ¿No escuchas?

NUMERIANO.
- Sí ; el vals de “Eva”.

FLORITA.
- ¡Delicioso!

NUMERIANO.
- Delicioso; pero vámonos.

FLORITA.
- ¡Divina, suave, enloquecedora melodía de amor! ¿Quieres que nos vayamos como en las operetas?...

NUMERIANO.
- Vámonos, y vámonos como te dé la gana.

FLORITA.-¡Oh Nume!... (Se van bailando el vals.)

NUMERIANO.
- ¡Por Dios, Florita, no aprietes, que congestionas! (Hacen mutis bailando. Vanse por la izquierda.)


Carlos Arniches
La señorita de Trevélez, 1910

PERSONA SIN IDENTIFICAR

Era invierno. La verdad es que este no es un dato importante. Hubiera sido lo mismo en cualquier época del año, pero recuerdo que era invierno porque le pusimos un jersey marrón. En la lista de usuarios aparecía como PERSONA DESCONOCIDA. La policía lo había encontrado vagando por un mercadillo de la ciudad. Era ciego. No hablaba español. No sabíamos qué maldita lengua hablaba, ni su nombre, no sabíamos nada. Por la pinta pensábamos que probablemente era de algún lugar del norte de África. 

Algunos usuarios del albergue habían intentado hablar con él, la policía también, pero sin éxito: marroquíes, egipcios, mauritanos, libaneses,… decían que hablaba un dialecto extraño. Nadie lo entendía. Por una casa de acogida pasa mucha gente y poco después vino alguien que hablaba un poco su lengua, un trotamundos que se había pasado la vida de un lado para otro. La Persona Desconocida dejó de serlo, yo no puedo escribir su nombre ahora, porque ya no lo recuerdo. Pero no he podido olvidar su historia, contada con trazos inconexos que fuimos rellenando con lo que la policía nos dijo. Era un inmigrante ilegal (eso ya lo imaginábamos nosotros). Uno de sus hijos se había instalado aquí y poco a poco se había ido trayendo a la familia: mujer, hijos,… y finalmente al abuelo. Debió de parecerles mal abandonarlo en un pueblo perdido. Probablemente cuando lo trajeron aún no estaba totalmente ciego, probablemente aún era útil para alguien. Cuando perdió la vista, cuando pasó a ser una carga que había que alimentar, cuando no pudo vigilar a los niños, le dijeron que no era bueno que estuviera encerrado. Tenía que darle el sol. Y se fueron a dar un paseo. 

Hacía un buen día. Uno de esos días de invierno en los que el sol está de buenas con el mundo. Toda la ciudad se había echado a la calle y el mercado callejero estaba a reventar de gente. Él estaba aturdido: demasiado ruido, demasiadas voces extrañas y la mano de su hijo como única ancla. Y entonces lo soltaron. Desorientado y ciego en medio de un mercadillo. No había migas de pan que pudieran ayudarlo a volver a su mundo. Lo había perdido para siempre. Estaba solo y no tenía ninguna identificación. No veía, era viejo, y estaba terriblemente asustado. ¿Cuánto tardó en darse cuenta de que no había sido un accidente? ¿Qué le dijo su hijo antes de abandonarlo? ¿Le deseó suerte, le pidió perdón? ¿Qué iba contándole antes de soltar su mano? Los policías creyeron que la familia lo buscaría. No fue así. No hubo denuncias. Pensaron que quizás tuvieran miedo porque fueran ilegales. Así que lo llevaron al albergue y se dispusieron a contactar con ellos. Hicieron fotos del viejo, las pusieron por el barrio, hablaron con las asociaciones de inmigrantes, con las organizaciones no gubernamentales. No hubo respuesta. Nadie lo reclamaba. Nadie lo quería. Una boca menos, una habitación más. 

Aquel hombre me enseñó que el alma no está en el fondo de los ojos, porque aquellos ojos no tenían vida. El alma está en la piel. En las manos que ni fuerza para cruzarse tenían. En la postura caída de los hombros. En la inmovilidad. Hasta en la forma de tragar la poca comida que lograba pasar antes de que lo dominaran las náuseas. ¿Cómo puede transmitir la postura de un cuerpo tanta desesperación? Sentado en una silla, donde lo dejáramos, la cabeza gacha, las manos entre las piernas,... Quieto. Un mes después abandonó la casa. Le buscaron plaza en una residencia. Estaría al cuidado de unas monjas a las que no entendería. Iba a morir en un lugar extraño. Sabiéndose abandonado. Sin el consuelo de una voz amiga que lo confortara, sin poder contar su pena si alguna vez era capaz de hilvanarla en sonidos. Sin esperanza. Ahora, al releer La Metamorfosis, lo he recordado. La Persona Desconocida se había convertido también en un ser extraño. Alguien había cortado sus lazos con el mundo. No era un insecto pero sí un estorbo que fue eficazmente eliminado. Amputado. Apartado del hogar como una cosa, porque pensaron que era menos que un ser humano. Y ahora también yo he olvidado su nombre.



(Por cortesía de A.E., no siempre desde el fondo)

LAS COMAS SALVAN VIDAS, ÚSALAS BIEN

Es conocida la anécdota que da título al libro de José Antonio Millán, y que trata de hacernos comprender la importancia de una puntuación correcta y consciente, pero por si acaso no la conocéis, la repito aquí: Parece ser que a un rey (Carlos I, quizás), se le presentó para firmar, una sentencia que decía así:

Perdón imposible, que cumpla su condena.

Al monarca le ganó su magnanimidad y antes de firmarla movió la coma de sitio:

Perdón, imposible que cumpla su condena.

Y de ese modo, una coma cambió la suerte de algún desgraciado...

Más claro aún:

Y aquí van algunos ejemplos más sobre la importancia de la coma, tomados de http://sapereaude3.blogspot.com/

1. Un soldado fue a consultar a la Sibila de Cumas (más o menos, el equivalente romano de nuestros “videntes”) y obtuvo la siguiente respuesta:
IBIS REDIBIS NON MORIERIS IN BELLO, que quiere decir:
IRÁS VOLVERÁS NO MORIRÁS EN LA GUERRA.
Tanto en latín como en castellano, el significado cambia dependiendo del lugar en el que coloquemos las pausas:

IRÁS, VOLVERÁS, NO MORIRÁS EN LA GUERRA
IRÁS, ¿VOLVERÁS? NO, MORIRÁS EN LA GUERRA

2. 'Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda'.

Si eres mujer, con toda seguridad colocarías la coma después de la palabra mujer.


Si eres hombre, con toda seguridad colocarías la coma después de la palabra tiene.

3. Se cuenta de un señor que, por ignorancia o malicia, dejó al morir el siguiente testamento, falto de todo signo de puntuación:
«Dejo mis bienes a mi sobrino Juan no a mi hermano Luis tampoco jamás páguese la cuenta al sastre nunca de ningún modo para los jesuitas todo lo dicho es mi deseo».

Se dio lectura del documento a las personas aludidas en el mismo y cada cual se atribuía la preferencia; mas, a fin de resolver estas dudas, acordaron que cada uno de los grupos interesados en la herencia presentara el escrito con los signos de puntuación cuya falta motivaba la discordia. Y, en efecto, el sobrino Juan lo presentó de esta forma:

«Dejo mis bienes a mi sobrino Juan, no a mi hermano Luis. Tampoco, jamás, páguese la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo».

Como se ve, el favorecido era Juan; pero, no conformándose Luis, éste lo arregló del siguiente modo:

«¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No: a mi hermano Luis. Tampoco, jamás, páguese la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo.

El sastre a su vez, justificó su reclamación como sigue:

«¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. Páguese la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo».

De este modo, el sastre intentó cobrar su cuenta; pero se interpusieron los jesuitas, reclamando toda la herencia, sosteniendo que la verdadera interpretación del escrito era ésta:

«¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. ¿Páguese la cuenta al sastre? Nunca, de ningún modo. Para los jesuitas todo. Lo dicho es mi deseo».

Esta lectura motivó gran escándalo entre los concurrentes y para poner orden acudió la autoridad. Ésta consiguió restablecer la calma y, después de examinar el escrito objeto de la discusión, exclamó en tono severo:

«Señores, aquí se trata de cometer un fraude; la herencia pertenece al Estado, según las leyes en vigor; así lo prueba la verdadera interpretación del escrito, que es la siguiente:

"¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco. Jamás páguese la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo. "

"En virtud de esta interpretación y, no resultando herederos para la herencia, yo, el Juez...etc., etc., , me incauto de ella en nombre del Estado. Queda terminado el asunto".